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@ Cortesía Diario EL TIEMPO.
A más de un año de las elecciones de 2026, el Gobierno Nacional ha mostrado con creciente claridad que su objetivo es que un candidato de su misma línea ideológica sea el ganador de la competencia. El llamado a la consulta popular y las elecciones internas de los partidos serán algunos de los escenarios clave para la estrategia del Gobierno. Mientras tanto, los sectores que componen la oposición no han logrado ponerse de acuerdo sobre si elegirán y acompañarán a un candidato único.
La oportunidad que tienen ante sus ojos los partidos de oposición, conformados por un centro y una derecha que poco comparten en materia ideológica y política, es realmente inédita. Según la más reciente encuesta de Invamer, solo el 18.6 % de los colombianos se identifican con la izquierda, mientras que el 25 % dice ser de centro y el 32 % de derecha. Los indecisos, por su parte, suman el 23 %. Por otro lado, la firma Cifras y Conceptos ha evidenciado un giro de la juventud colombiana que puede entenderse dentro del desencanto de los jóvenes con el gobierno Petro. A mediados de 2022, el 25 % de ellos se identificaba con la izquierda, mientras que ese número hoy se encuentra en el 18 %.
El crecimiento del porcentaje de ciudadanos que se perciben de derecha y de centro es notable, y esto, en medio de una temporada de votaciones, es una oportunidad que nadie se atrevería a perder. Como factor adicional, la oposición debe recordar las elecciones regionales de 2023, cuando en ciudades como Cali, Bogotá, Barranquilla, Medellín y Bucaramanga, los colombianos demostraron que, a pesar de haber elegido un presidente de izquierda, el país está lejos de haber dado un giro indiscutible a ese lado.
A diferencia de hace cuatro años, cuando el triunfo de Petro podía ser pronosticado con claridad en las encuestas, esta vez ningún sector cuenta con mayorías suficientes para ganar por su propia cuenta, y el proyecto político que busque vencer en 2026 tiene un largo trabajo por delante para convencer a los millones de indecisos y, sobre todo, a los electores de centro, que fueron cruciales para el triunfo de Petro en 2022. Pero para eso se necesita un discurso alejado de las miradas más extremas, por las que algunas colectividades parecen querer apostar.
Aunque tienen muy poco en común los partidos de derecha con dirigentes de centro como Sergio Fajardo y Juan Manuel Galán, la coyuntura podría llevarlos a jugar dentro de una coalición diversa de oposición a la continuidad del proyecto petrista. Mientras el Presidente gobierna convencido de que su electorado es tan radical como él, y con la certeza de que “el pueblo” de manera categórica apoya iniciativas tan riesgosas como el desmonte del sistema de salud y del modelo de desarrollo, la oposición podría buscar llegarle al centro y a los desencantados del gobierno Petro.
Pero a la hora de definir su estrategia, para lo que se está haciendo tarde, los partidos de derecha deben escoger entre dos caminos. En sus manos está decidir si apuestan por un discurso que copie el estilo del populismo más radical de moda, lo que sería un enorme error que solo dividiría más a la nación. Así, aunque muchos líderes de derecha encuentren tentador copiar agendas como las de Milei y Bukele, una nación tan institucionalista como Colombia necesita gobernantes moderados y tan alejados como sea posible de las miradas más incendiarias.
Si las distintas facciones y partidos de derecha que integran la oposición no caen en la trampa del extremismo, un error que solo le seguiría el juego al presidente Petro, tendrían delante suyo la más razonable alternativa de construir una propuesta que defienda la integridad del Estado, moderada y capaz de convocar a más sectores. Pero, como ocurre tantas veces en Colombia, el debate suele estar guiado por el lado más visceral de la retórica, y es ahí donde más afectados se ven los programas institucionalistas que buscan apartarse de lo incendiario y lo divisivo.
El destino solo puede ser peor si, después de un mandato de esta línea, nuestra nación volviera a quedar en manos de otro bando de extremistas
Ese mismo factor del debate efervescente fue clave para el triunfo de Petro, pero también evidenció algo que ya muchos habían advertido: que el ejercicio de vaticinar y entregar llamativas teorías sobre los desafíos que enfrenta el país está lejos de ser garantía de capacidad para resolverlos. Y ahora que varias voces de la derecha insisten en adoptar libretos de extremismo y revancha, las voces más sensatas de esa arena política deben recordarles que el camino de la radicalización no solo es una pésima estrategia electoral; también sería una ruta hacia un destino de mayor división en una nación que merece poder reconciliarse.
Por eso, el centro y la derecha deben tomar un camino de moderación si buscan aportar algo mejor que la perpetuidad de la radicalización en el debate. Por supuesto, una ruta institucionalista e incluyente de toda la diversidad política de esos sectores no puede suponer la renuncia a la contundencia y a la crítica hacia los desaciertos de la administración Petro.
Ya el país ha conocido el enorme costo de haber llevado al poder a un gobierno con miradas tan radicales. Y el destino solo puede ser peor si, después de un mandato de esta línea, nuestra nación volviera a quedar en manos de otro bando de extremistas, vengan de la orilla de la que vengan.
FERNANDO POSADA
En X: @fernandoposada_

