Por: MAURICIO VARGAS
PERIODISTA
Cortesía EL TIEMPO.
El jueves en La W, su director, Julio Sánchez, que tiene buenas fuentes en el alto Gobierno, explicó la salida del mincomercio, Germán Umaña: “El ministro no deja la cartera de Comercio por voluntad propia, sino por causa de una mala relación que no lo involucra a él. El movimiento se daría para poder reubicar a Luis Carlos Reyes, actual director de la Dian, ya que el funcionario no tendría una buena relación con el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla. Esta situación obligaría a buscar un nuevo cargo para Reyes (…), el Ministerio de Comercio”.
En resumen, el minhacienda no soportaba más al director de la Dian, señalado por la dramática caída de los recaudos tributarios y con quien –como dije hace semanas en esta columna– tenía una pésima relación. Hasta ahí, nada extraordinario en las siempre complejas relaciones del poder, en especial en un gabinete en que los celos y las envidias abundan. Lo raro es la solución planteada por el presidente Gustavo Petro: que Reyes se caiga para arriba. Lo saca de la Dian –donde le fue mal–, pero como es de sus afectos, lo asciende a mincomercio, sacrificando de paso a una de las pocas joyas de su gabinete.
Umaña fue un buen ministro: sin dejarse llevar por sesgos ideológicos, trabajó con juicio, escuchó a los empresarios, trató de mantener a flote las exportaciones y –algo exótico en este gabinete– no hizo ni dijo barbaridad alguna, ni se enredó en polémicas innecesarias ni protagonizó escándalos. Era una ‘rara avis’ en el gobierno de Petro. ¿Por qué sacan a Umaña si era tan buen muchacho? Pues justamente por eso, porque ser un ministro conocedor, equilibrado, prudente y con un sólido soporte técnico no paga en este gobierno. Y si no, que lo digan José Antonio Ocampo, Cecilia López y Alejandro Gaviria.
Y mientras Petro le señala la puerta de salida a Umaña –con la oferta de convertirlo en nuevo embajador en Bruselas–, sostiene al más incompetente de todos sus ministros, un título bastante competido en este gabinete. Hablo del minsalud, Guillermo A. Jaramillo, a quien no solo se le hundió –en buena hora– la reforma del sector, sino que le colapsó el nuevo modelo de salud para los maestros, el gran programa piloto de lo que él y el Presidente quieren hacer con el sistema a nivel nacional.
Las grabaciones de una reunión de Jaramillo con el presidente de Fiduprevisora, Mauricio Marín, son bochornosas. Como bien refería el editorial de ‘Portafolio’ del jueves, los audios desnudan “en la voz del ministro, el altísimo nivel de improvisación con el que el Gobierno asumió el diseño de un sistema para brindar salud a más de 818.000 afiliados del magisterio”. Evidencian además un absoluto desprecio del minsalud por la legalidad (“no podemos frenarnos por la Procuraduría”) y por los compromisos contractuales (“después no les pagamos a los de los medicamentos”).
El Presidente tampoco le muestra la puerta de salida al mininterior, Luis Fernando Velasco, cuya oficina es la glorieta por donde pasan casi todos los casos de corrupción que han estallado, el último de los cuales es el robo de miles de millones de pesos que debían ser destinados a atender emergencias y desastres, y a prevenirlos, en especial en las zonas más pobres del país.
Las declaraciones a ‘Semana’ del exdirector de la UNGRD Olmedo López, que negocia un acuerdo judicial con la Fiscalía, vinculan a Velasco con el uso de esos dineros en la compra de congresistas para apoyar las reformas propuestas por el Gobierno. Ojalá la Fiscalía haga la tarea que le corresponde: su independencia está a prueba en ese gravísimo caso.
“Mi gobierno no compra congresistas”, aseveró el Presidente, el viernes, en su cuenta de X. ¿Será que el mininterior no le ha contado cómo son las cosas? ¿O será justamente por la mermelada que reparte para amarrar parlamentarios por lo que Petro ratifica a Velasco en el cargo?