Por: Gonzalo Gallo
Había una vez un buen sacristán de una iglesia londinense que soñaba con mejorar. Creía en sí mismo, amaba su trabajo y también a Dios.
Era joven y un día cambiaron al párroco, y el nuevo supo que era analfabeto y le dijo: Si no sabe leer y escribir se va. Ya sin trabajo se puso a andar las calles y, un día al llegar a una esquina, vio un pequeño local bastante descuidado.
Entró a saludar y se puso a limpiar y poner orden. La dueña era una anciana y, al ver su bondad y su ánimo, le dijo: Ya estoy vieja, ¿quiere ayudarme con el negocio?
El joven aceptó contento, y con los años fue ahorrando porque creía que un día iba a tener un bar. La señora antes de morir le dio barato el local. Él amaba lo que hacía y, pasado el tiempo, nuestro amigo era dueño de dos bares en Londres. Un día fue comprar otro y el dueño le dijo que firmara.-
- No sé escribir, dijo.
- Increíble,?entonces que sería usted si lo supiera?
- Sería sacristán de la iglesia de Santa María. La verdad es que tal como uno cree, crea su propia realidad. Pero se trata de cultivar una confianza profunda y de actuar con entusiasmo para cristalizar los sueños.
Las creencias y los paradigmas son modelos mentales, patrones o marcos de referencia que te condicionan, te dan una visión de la realidad y marcan la diferencia; nutren sueños o los truncan.
Eso lo sabía muy bien el empresario de autos Henry Ford y lo enseñaba. En distintas ocasiones demostró a sus ingenieros que podía conquistar lo que veía como imposible.
«Ese motor no se puede hacer», le aseguraban, y él los animaba a cambiar ciertas creencias, afianzar otras, pensar de otra manera y les daba tiempo para ensayar. De pronto, una nueva mentalidad, la paciencia y la fe lograban su cometido y ellos exclamaban satisfechos: «!Lo hicimos¡». Entonces Ford los invitaba a creer para poder crear y estar dispuestos a desaprender, aprender y cambiar.
Y eso es lo qué necesitas en tu vida, sobre todo, en situaciones críticas: ser abierto, constante, animoso y creativo. Ten bien presente que lo peligroso no es tener errores, lo grave es no cometerlos por falta de osadía.
El desafío es conquistar «imposibles» y aprender de las caídas, convencido de que » El mayor error es no cometer ningún error». Robert Kriegel.
Ganas no indecible si liberas de creencias arcaicas o esquemas atávicos, y acoges los que empoderan.
Cree en ti mismo, trabaja con tesón y no dejes que los juicios y prejuicios de una Educación castrante, de las ideologías y de seres pusilánimes apaguen tu fuego interior.
La fe que mueve montañas brota más del interior que de la mente, y debes afianzarla sin cesar.