Por: Froilán Casas
Obispo Emérito de Neiva
No cabe duda de la respuesta: EL TRABAJO PRODUCTIVO. El libro santo es prolijo en mensajes sobre el valor del trabajo. En nuestra patria hemos enseñado por décadas la cultura del asistencialismo Llevamos doscientos tres años de vida republicana y uÿlos cinturones de miseria campean por el territorio nacional, especialmente en las grandes ciudades.
El mandato bíblico reza: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» lo hemos traducido: «Ganarás el pan con em sudor del de enfrente». Hemos ido alimentando una sociedad de vagos y zánganos. Las políticas sociales de los diferentes gobiernos están marcadas por los subsidios a la mendicidad y no subsidiados la productividad. El resentimiento social ha aumentado con creces. Qué fácil deci: repartamos la riqueza, como quien dice pan para hoy y hambre para mañana.
El país más pobre de América es Haití, ¡Qué paradoja! Fue el primero en proclamar su independencia (1804); incluso nuestro Libertador Simón Bolívar fue a pedir apoyo a su presidente en 1812 por la causa libertadora. A lo largo de su visa republicana ha tenido un sinnúmero auxilios y todo se ha echado por la borda. No han crecido porque no se les ha dejado volar solos; es uno de los países más corruptos del planeta, y la pobreza sigue galopante.
Países tan pobres en recursos naturales como Israel, Japón, Corea del Sur tienen una de las económias más boyantes del mundo. Allí han entendido la cultura del trabajo. Japón quedó en la más cruel miseria al concluir la Segunda Guerra Mundial y, como el ave fénix, se levantó de las cenizas: solo el trabajo productivo lo sacó de la miseria. Allí el resentimiento social no existe, sabe que los problemas criados por ellos los deben resolver ellos mismos. Interesante: los países que perdieron la guerra, a saber, Japón, Alemania e Italia, invadieron con la calidad de sus productos a los países vendedores.
El plan Marshall impulsado por los Estados Unidos de América a favor de la desquebrajada Eur, de 13.000 millones de dólares, nace de dar asistencia técnica al trabajo. No invirtieron ese valor en asistencialismo, sino en acrecentar la productividad. Por favor, ¿qué tal ese dinero en manos de los colombianos? -ni pensarlo-. Aquí se sigue la política de «lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta «.
Europa Central en dos décadas salió de la miseria. ¿el secreto? El trabajo productivo. Sigamos con el mensaje bíblico. Israel, después de tantas guerras, el hombre y miseria, sueña con un país próspero, ¿marcado con qué? El trabajo. El profeta Isaías describe en forma poética la clave de la paz: el trabajo. Cuando venga el Mesías, las espadas se volverán azadones y lanzas, podadoras; es decir, de instrumentos guerra a instrumentos de trabajo. Nuestro Maestro algún día iba de camino y sintió hambre. Le pidió a uno de sus discípulos que le trajera un higo-breva de la higuera cercana. Su sorpresa, no encontró en el árbol ningún fruto. ¿Qué dice el señor? Arránquenlo, ¿para qué ocupar un terreno en balde?
El apóstol Pablo nos dice en sus cartas: «Sí alguno no quiere trabajar, que tampoco coma «. No habla de quien no puede trabajar sino del no quiere trabajar. En la parábola de los talentos se alaba a quienes fueron productivos; al holgazán que enterró el talento, le ordenó entregar el talento a quien produjo más.
Sufro con mi Colombia, tan rica y a la par, tan pobre. ¡Tantos recursos naturales! ¡Ah, pero con tantos colombianos corruptos y, además, perezosos! Aquí se roban hasta los huecos. Qué cultura cleptómana! Quién le pondrá el cascabel al gato? En los escenarios electorales todos hablan de combatir la corrupción y, en llegando al poder, esta se agiganta. ¡Qué triste! Aquí entre nosotros, ser pillo paga.