Mane, tecél, fases, son tres palabras enigmáticas que aparecieron en letras de fuego sobre la pared del salón de orejas del rey asirio Baltazar.
Según la Bíblia,el profeta Daniel, llamado a consultas, dictaminó que predecían la caída del monarca. Algunos piensan que mucho podría vaticinarse por los lados de este reino, si se cumplen las reglas del juego democrático en libertad de prensa. Los tres elementos son: mane: se ha señalado tu fin; tecél: has sido pesado y te han encontrado falto; farés; será confiscado tu reino. Babilonia de los asirios fue saqueada por el persa Darío.
Las palabras fatídicos no humean aún en el Palacio de Nariño. Hay tela de donde cortar. El Baltazar de esos tiempos es pura orgía verbal, y no transita aún hacía el al desengaño. Hay, sin embargo, síntomas. El primero es el oír, pero no escuchar a los profetas de la tribu. No todos los concejos son desinteresado, pero hay sopesado reflexiones de sabios patriarcas que se están desoyendo. Mane, tecél, farés.
Una movida que podría tener consecuencias graves para la tranquilidad pública y la paz de Aziria no ha sonado las alarmas que amerita: el desmantelamiento de la oficialidad de las Fuerzas Militares. Han sido centenares de generales, coroneles y mayores dados de baja. Semejante barrida tiene hondas raíces ideológicas: todos esos oficiales habían sido entrenados en una doctrina hostil a la insurgentes de izquierda. Agravamiento y cuenta nueva, aunque sufra la defensa del reino. Ya se están viviendo las consecuencias por toda la geografía nación donde se abandona El monopolio de la fuerza, mientras los subversivos se acercan al Sumapaz. Mane, tecél, farés.
También hay que referirse al desacierto en escoger los cortesanos de Baltazar. Muchos son simples áulicos, compañeros de pretéritas jornadas que no conocen los oficios, y que, peor aún, son incapaces de aprenderlos. También los hay escogidos por su vencidas ideológica, más interesados en desmantelar que en construir. Deficiente elenco para acompañar a un rey que sólo aprendió a hablar. Mane, tecél, farés.
Por último, preocupa el desasosiego que no parecen detectar los asistentes al gran banquete verbal. Los asirios rasos no saben para donde va su reino. Es un desorden que ensordece. No es que los indicadores vayan, por el momento, terriblemente mal, pero permea la inestabilidad. A don Sancho Jimeno, recordado por Bocachica en 1697, le gustaba pensar en los tiempos gozosos del Emperador Carlos V. Y, para no ir tan atrás, hay quien añore ahora lo predecible y la tranquila competencia de los tecnócratas. Mane, tecél, farés.
Coletilla. Reencontrarse con las raíces tiene un sesgo racial. Hay que ir a su encuentro en el lugar adecuado. Inútil la pesquisa en Suráfrica, kenia y Abisinia ( por más Unión Africana ). De allá no partieron los ancestros de Francia, víctimas de la infame trata. El lugar es Angola, el Golfo de Guinea y, en general, la cara Atlántica de África. Quizá vale otro viaje étnico con menos patos y mejores coordenadas.
COLUMNA DE OPINIÓN: Mane, tecél, farés
POR RODOLFO SEGOVIA: EX MINISTRO E HISTORIADOR