El poder del Estado
Por: José Miguel Santamaría Uribe
Aunque en Colombia existe la separación de poderes, las tres ramas del poder público, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, la realidad es otra: los verdaderos amos y señores del país son los que manejan el presupuesto, el cochino billete.
Si esto pasa a nivel nacional, es muchísimo más preocupante a nivel regional o municipal. Existen gran cantidad de municipios pequeños donde prácticamente el único empleador es la alcaldía.
Lo que estamos viendo estos días en el Congreso es francamente deplorable, una iniciativa nefasta para nuestro futuro como la Reforma a la Salud, presentada por el gobierno. Aunque no ha pasado por la comisión, tampoco fue archivada. Siguen negociando, dándole largas. La razón: es lo que llaman hoy la mermelada, que no es más que el conjunto de dádivas, puestos y contratos que le entregan a los congresistas a cambio de su voto.
Llegamos a pensar que los partidos Conservador, Liberal y de la U habían recapacitado por el bien del país; desafortunadamente todo era una patraña, estaban era negociando para recibir más.
La verdad es que el poder ejecutivo tiene las herramientas para manejar a sus anchas al poder legislativo. La mayoría de los parlamentarios son clientelistas. Sus votos para salir elegidos dependen de los favores o puestos de trabajo que consiguen en su región, y de los entes gubernamentales donde un recomendado suyo es el director. Entonces, si el gobierno le cierra el grifo por no ayudarle en sus iniciativas, este parlamentario no tiene como reelegirse para la siguiente legislatura.
Un departamento como Cundinamarca, que es poderoso, tiene ciento dieciséis municipios de los cuales solo catorce son autosuficientes económicamente, los demás dependen enteramente del gobierno central. ¿Qué autonomía pueden tener estos alcaldes para tomar decisiones? Ninguna. A los gobernadores les pasa lo mismo con el gobierno nacional: si no son compinches, les va mal, no les giran para obras y desarrollo.
A nivel regional, con los diputados pasa exactamente lo mismo que a nivel nacional con los parlamentarios. Los apoyos de estos en la duma departamental están directamente relacionados a la cantidad de puestos y contratos que tiene en el departamento. Algunos llaman lo anterior trabajo en equipo, o ser partido de gobierno. Yo lo llamo corrupción.
Entonces los que hablaban que Colombia no era comparable con Argentina o Venezuela, porque tenemos una institucionalidad fuerte y que no íbamos a entregar el país tan fácilmente, nos estamos dando cuenta que no hay tal. Mientras existan recursos para tener de su lado a los parlamentarios, van a poder hacer todo lo que quiera.
Vienen meses muy complicados, con una fila de reformas impresentables en las que obviamente habrá rifirrafes, fuertes debates, riesgos de caída y encantos y desencantos, pero al final van a lograr pasarlas todas. Los entendidos hablan que las reformas pueden impactar el crecimiento anual de la economía en casi 2 por ciento y que aumentará el desempleo entre dos y tres por ciento, una catástrofe. Lo anterior nos llevaría a un encarecimiento de nuestra deuda pública, un aumento de la devaluación a pesar de los ríos de plata que al parecer llega del narcotráfico y sin duda a una baja de calificación crediticia.
Existen unos parlamentarios juiciosos y trabajadores, que no se venden, que seguro darán las peleas y sudarán la camiseta para defendernos. Pero desafortunadamente no lo lograrán. Son minoría dentro del Congreso.
La suerte está echada, esperemos que nuestros padres de la patria recapaciten y salven a Colombia.
COLUMNA DE 0PINIÓN: El poder del estado
POR: JOSÉ MIGUEL SANTAMARIA EX CANDIDATO AL SENADO